Soy profesora de Lengua castellana y Literatura. Hija de maestro. En mi familia, todas mis primas somos profesoras: de Música, de Historia, de Biología, de Arte Dramático, con pocas excepciones.
Pertenezco a esa generación que pudo estudiar, cuyos padres querían que fuera a la Universidad y uw tuviese un trabajo, pero si me paro a pensar, todas mis amigas fuimos a la Universidad, sí, pero muy pocas escogieron una carrera de ciencias. Todas escogimos Humanidades. ¿ Es casualidad? NO. Quizá aquí deberíamos reflexionar sobre la importancia de los referentes.
Si me detengo en mi entorno laboral, todas somos profes. Enseñamos en las aulas a resolver problemas matemáticos, a realizar análisis sintácticos, a hablar en otros idiomas... pero además somos madres, hijas, hermanas...
Las más jóvenes dividen su vida entre corregir exámenes , preparar clases, bajar al parque con sus peques y superar noches sin dormir porque todavía tienen hijos pequeños.
Las que son mayores y tienen a sus hijos fuera de casa, me cuentan cómo ahora atienden a sus padres.
Las que tenemos hijos adolescentes buscamos huecos para reforzarles los estudios, llevarlos a extraescolares y tener a punto la ropa deportiva.
¿Y los padres? ¿ Y los profesores de mi entorno? Afortunadamente, cada vez son más los que también atienden al bebé que llora de noche, los que conocen las agendas repletas de actividades de sus hijos adolescentes y reparten las ajetreadas tardes de horarios imposibles o los que saben que los sábados toca hacer la compra. Pero esa corresponsabilidad en las tareas del día a día, no es del todo real. Mis compañeras están en los grupos de whatapp de cole, son las que se encargan de los disfraces de los niños, las que piden la cita médica, las que compran los regalos de cumple, las que saben qué hay para cenar esa noche o cuándo se cambiaron las sábanas por última vez.
¿ Cuándo se estableció que el funcionamiento de la lavadora o las dosis de apiretal para un niño son parte de los conocimientos adquiridos por la mujer en su código genético?
Nuestro trabajo como profesoras es parte fundamental de nuestra vida y todas queremos impulsar la coeducación desde las aulas, queremos que nuestras alumnas sean ambiciosas en sueños y luchen por lo que quieren ser y que nuestros alumnos lo acepten de forma absolutamente normal y que el día de mañana, cuando se independicen, cuando empiecen a compartir su vida, las tareas domésticas, el cuidado de los hijos y los padres sea "obligación" de ambos, sin que el hecho de ser mujer u hombre suponga un condicionante a priori.
Es lo que deseo para mis alumnas y para mi hija.
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